Bienvenidos a El Almacén

Lo que embellece al desierto es que en alguna parte
esconde un pozo de agua.

Antoine de Saint-Exupery (1900-1944) Escritor francés.

lunes, 9 de septiembre de 2013

El gato del bicicletero

Esa mañana llevé una rueda pinchada al bicicletero.
Mientras retiraba la cubierta de la llanta, charlábamos sobre lo que siempre se charla en este tipo de situaciones: nada.
El tiempo, los dolores corporales o la falta de efectivo, son tópicos que nunca fallan a la hora de hacer más corta la espera. Por lo tanto, y sin reparar casi en las razones profundas que me impiden tener un auto y sí estar obligado a pedalear las calles de mi ciudad, intercambiamos rezongos y chistes como si siguiéramos al pie de la letra un estudiado libreto.
El bicicletero tuvo que entrar, en algún momento, a buscar una herramienta o un pegamento. Así pude reparar en el gato.




Estaba muy cómodo sobre la cesta de una bicicleta de reparto y casi ni se movía.
Ajeno a nuestros pesares y penares, veía pasar la vida con una confortable indiferencia.
Me pregunté entonces qué situación es la mejor, si la conciencia de que una vida mucho mejor es posible y hasta un derecho o la tranquilidad del gato del bicicletero a la espera del alimento o la leche tibia.
Siendo un ser humano consciente de mí mismo y de los demás (no me queda otra opción) es imposible que deje de notar las cosas que nos pasan, no tanto en lo personal como en lo general.
Me molestan muchas cosas, sobre todo la certeza de su fatalidad. La violencia, el hambre, la codicia...

Recordé casi de inmediato unas líneas, escritas bajo el nombre de Inventario, que ilustran lo que pienso y siento de esta sociedad global:


Los lamentos de una mujer que resuenan en su
habitación y se confunden con el sonido del
televisor.
El llanto de un bebé adicto que queda ahogado
por el ruido del tránsito.
El olor a miseria de un niño que pide en la calle
sepultado por el rico aroma de un asado.
Los dolores de parto de una adolescente villera
que no conozco.
Los vapores del “poxiran” que aspiran los
negritos para olvidar su hambre, felizmente
neutralizado por el desodorante.
Las balas que me pasan muy lejos.
Las aguas que inundan otras casas.
Todas las miserias y desgracias son ajenas.
¿De qué me quejo?
Ahora sí puedo escribir sobre la maravilla de la
vida...


Este texto lo escribí en febrero de 2005 pero sigue teniendo la misma validez.


Me pregunto cuántos gatos del bicicletero andarán por ahí, esos gatos que tienen como máxima aspiración que la leche tenga la tibieza adecuada, el alimento no sea demasiado duro o el pescado tenga la menor cantidad de espinas.
Mientras tanto hacen su trabajo, tranquilos, tirando de los hilos que mueven la tramoya de esta gran representación a la que llamamos sociedad.
Y mientras ellos se relamen los bigotes y ronronean de placer, los negritos siguen con el poxiran, las aguas inundan los sueños de muchos y faltan a la cita de muchos otros que se mueren de sed y las miserias siguen siendo totalmente ajenas.


César G. De Gerónimo

No hay comentarios:

Publicar un comentario