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Lo que embellece al desierto es que en alguna parte
esconde un pozo de agua.

Antoine de Saint-Exupery (1900-1944) Escritor francés.

jueves, 12 de junio de 2014

Macedonio Fernández

Macedonio Fernández (Buenos Aires, 1 de junio 1874 - 10 de febrero de 1952)
Dice Ana María Camblong en el primer párrafo de un artículo publicado por la revista digital El Ortiba:

"Macedonio Fernández perteneció, cronológicamente, a la generación modernista de Leopoldo Lugones, pero su proyecto artístico original y excéntrico lo convirtió en un faro de las vanguardias rioplatenses y en un fundador de distintos linajes textuales de la literatura latinoamericana. Su proyección intelectual se ha visto acrecentada en la medida 

en que se ha ido publicando la inmensa cantidad de textos que quedaron inéditos. Se han publicado, hasta el momento, nueve tomos, en el marco de las Obras Completas editadas por Corregidor. El inteligente y arduo trabajo de ordenamiento, desciframiento de manuscritos y salvataje de documentos estuvo a cargo de su hijo Adolfo de Obieta, quien tuvo la sagacidad y la vocación de rescatar este legado tan valioso para el patrimonio de la Humanidad."




Dice su íntimo amigo, Raúl Scalabrini Ortiz:

“Es suave y cauto para hablar. No prodiga sus palabras. Escucha en silencio, pero si su interlocutor se desvía del recto camino, Macedonio le orienta con interrogaciones socráticas, articuladas negligentemente. Destruye las vehemencias sin atacarlas, oponiéndoles un concesivo ¿le parece? que es una invitación a reflexionar.”


“La nada de un viaje de Colón” 

(incluido en su libro “Continuación de la nada” publicado en 1944.)

Colón se encontraba en Italia cuando nació. Aunque esto le ocurrió a Colón, como a todos los hombres, en un día y año, la fecha exacta no la tenemos hoy: se habrá echado a perder por no haber sido guardada en un lugar seco y frío; lo cierto es que hoy hombres poderosos o ricos o de celebridad no disponen de esa fecha que los más humildes de Génova la supieron de memoria instantes después. Sólo hay de cierto que el hecho ocurrió en uno de los días de su primer año de existencia y que el día de su nacimiento fue tan exacto como el mejor del año en exactitud. Es una fantasía incomprensible, una teoría a la que nada de tonto le falta, sostener que nació en un día inexacto como alegar que nació en varios lugares: dos o tres de España y uno de Italia, además del de nacimiento. No hay discreción en rodear de estas tinieblas alas fechas y lugares de los recien­venidos de talento.
Lo cierto fue que el asombro de verse nacido en Génova y tan Cristóbal Colón ya, no le duró tres minutos; desde la cama descubrió continentes en el dormitorio y luego en la cocina los fue descubriendo mayores: a los tres años se hartó de conocer una variedad de humeantes y relucientes receptáculos. Con estas oportunidades sabrosas fueron los contenidos lo que le azuzó a descubrir a América.
Es absolutamente éste el número de los viajes de Colón: dos que hizo y uno que no hizo y que viene a ser el segundo; no se ha encontrado en ningún paraje un cuarto viaje de aquél y el millonario más fuerte no creo que consiguiera adquirirlo auténtico. Las peripecias del segundo viaje han sido juntadas por el historiador Samuel, quien a la conclusión de su relato explica el modo particular como no se hizo, exactamente cual los diarios contemporáneos nos dan en dos telegramas las atrocidades de un terremoto y a renglón seguido nos enteran de que no tuvo lugar, fue sus­pendido o circunscripto por los bomberos; cada víctima retiró su cadáver, y los escombros que habían sido preparados fueron reservados en los de­pósitos municipales de gallardetes: parece además que estos escombros habían sido adquiridos por el Estado en una negociación poco limpia y no hubieran dado ningún resultado. Las víctimas han quedado contratadas, pues se aproxima la conmemoración nacional.
En fin, quizá si el segundo viaje ha existido, se ha embutido en el primero por la celeridad con que se sucedieron. De todas suertes, no se puede tomar en serio la ciencia de los historiadores; os hablarán del tercer viaje tan cuidadosamente como si se tratara de un viaje anunciado (de horario que uno pudiera utilizar), ni más ni menos que si acabarais de preguntarles qué comodidades ofrecía ese viaje para aprovecharlo con la familia. Del mismo modo un astrónomo, si le preguntáis por donde más o menos sale el Sol, os dará tan precisos metros y rumbos como si supusiera que se lo preguntáis con urgencia porque tenéis que partir mañana para allí: tanta erudición disgusta a los que sabemos que la astronomía ignora todavía cuál es en el Sol la vereda de la sombra, la "vereda urgente", allí, en esa gran cabeza de fósforo siempre en estado de recién raspado.
Discurro, sin embargo, que tras descubrimientos tan difíciles como los de los modernos exploradores, no sería imposible que se hiciera el tan esperado y deseado de hallar en alguna parte el segundo viaje de Colón; el primero y el tercero, es de todos sabido que se produjeron: el segundo en cambio fue tan rápido y a oscuras que quizá no tuvo lugar; si este viaje se hubiera perdido, tendríamos el caso de un viaje que naufraga y si nunca fue efectuado debieran moderarse los historiadores y limitarse a registrar que Colón hizo un primer y un tercer viaje manteniéndose sin viajar en el intervalo, ocupado en fundar un colegio y un puente como todos los que vuelven de América.

Cuando en 1920 Elena de Obieta muere, para Macedonio Fernández -su pareja-, esa muerte fue el inicio de una vida: La de la conciencia que escribe buscando matar aquella muerte. De eso tratan varios poemas suyos. Y también, desprolijamente, estas líneas.
Macedonio Fernández ha sido conocido como poeta de culto. Borges -veinticinco años menor que aquél- nos lo figuró en varias anécdotas de reuniones vanguardistas que tenían lugar en el bar La Perla de Plaza Once, y en las que se destacaba Macedonio, no precisamente por su vanidad, sino por la humildad socrática del "sólo sé que no sé nada". El mismo Borges confesó haberlo plagiado en los temas que luego plasmaría en sus cuentos.
"Yo sentía: Macedonio es la metafísica, es la literatura. Quienes lo predicieron pueden resplandecer en la historia, pero eran borradores de Macedonio, versiones imperfectas y previas. No imitar ese cánon hubiera sido una negligencia increíble".

                                                                                               (Revista digital La Tecla)





Uno de los poemas escrito al amparo del dolor de esa muerte es:  

 Hay un morir

No me lleves a sombras de la muerte
Adonde se hará sombra mi vida,
Donde sólo se vive el haber sido.
No quiero el vivir del recuerdo.
Dame otros días como éstos de la vida.
Oh no tan pronto hagas
De mí un ausente
Y el ausente de mí.
¡Que no te lleves mi Hoy!
Quisiera estarme todavía en mí.

Hay un morir si de unos ojos
Se voltea la mirada de amor
Y queda sólo el mirar del vivir.
Es el mirar de sombras de la Muerte.
No es Muerte la libadora de mejillas,
Esto es Muerte. Olvido en ojos mirantes.

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