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Lo que embellece al desierto es que en alguna parte
esconde un pozo de agua.

Antoine de Saint-Exupery (1900-1944) Escritor francés.

miércoles, 18 de diciembre de 2013

Hipatia: Fanatismo vs Conocimiento

Mártir de la Ciencia y un descubrimiento adelantado a su tiempo

por Alejandro Lupo (colaborador Honoris Causa de El Almacén)

La historia no conoce un solo caso de una república de filósofos que decida perseguir o matar a quienes tienen fe. Pero piensen ustedes cuántas veces ha sucedido lo contrario. Hipatia, una filósofa alejandrina del siglo IV, fue un claro ejemplo. Que los fanáticos e intolerantes sean, en este caso, los primeros cristianos (pero también judíos y adoradores de Serapis), no tiene mayor importancia. Podrían haber sido Sócrates, o Salman Rushdie, o el padre Maximilian Kolbe, o el mismo Cristo, y el resultado habría sido aproximadamente el mismo. Porque el fanatismo, y la intolerancia, no tiene, por desdicha para la humanidad, lugar ni tiempo concreto, ni fecha de caducidad. Bestias inflamadas por la fe (en lo que sea) ha habido y habrá siempre, y siempre arremeterán contra quienes se hacen preguntas y tratan de averiguar lo que no saben: eso es la filosofía. ¿Por qué? Es sencillo. Porque la fe (repito: en lo que sea, lo mismo Maradona que Alá, Jehová, la Santísima Trinidad, Hitler o la gramática generativa transformacional) ofrece respuestas, no preguntas. La diferencia entre un creyente y un filósofo es que uno da por concluido el asunto con lo que le dicen que es artículo de fe. El segundo siempre se preguntará: “Y eso ¿por qué?”.


Hipatia se lo dice a Sinesio, antiguo alumno suyo... y ya obispo cuando hablan: “Tú no puedes cuestionarte tus creencias. Yo debo hacerlo”. Y ¿qué era lo que se cuestionaba Hipatia? ¿La bondad o maldad de la fe? ¿Su preferencia entre unas y otras religiones? ¿Quién debía gobernar Alejandría? No. Lo que tenía sin dormir a la filósofa era si el Sol era el centro del universo o si lo era la Tierra, por qué el Sol nos parece más pequeño en invierno que en verano. Y esto sobre todo: por qué el círculo, “la forma más pura de la geometría”, regía el movimiento del cosmos. Hasta que se dio cuenta, 1.300 años antes de Kepler, de que el secreto estaba no en el círculo sino en la elipse. Hipatia defendía la primacía de la investigación, de la filosofía, del hacerse preguntas, sobre el fanatismo intolerante (y mortífero) de... casi todos los demás.


Y cuando no pueden rebatirla, porque sabe más que todos los otros juntos, sencillamente le impiden hablar porque es mujer, y ya los Textos Sagrados (en este caso, San Pablo) establecían que la mujer está en este mundo para callar y obedecer. Hipatia murió linchada por una turba de cristianos. El asesinato se produjo en el marco de la hostilidad cristiana contra el declinante paganismo y las luchas políticas entre las distintas facciones de la Iglesia, el patriarcado alejandrino y el poder imperial.
Su carácter singular de mujer entregada al pensamiento y la enseñanza, su fidelidad al paganismo en el momento de auge del catolicismo teodosiano como nueva religión del Estado romano, y su muerte a manos de cristianos le han conferido gran fama. La figura de Hipatia se ha convertido en un verdadero mito: desde la época de la Ilustración se la presenta como a una «mártir de la ciencia» y símbolo del fin del pensamiento clásico ante el avance del Cristianismo.


Hipatia en el cine
por César G. De Gerónimo


Como me ha pasado tantas otras veces, me encontré con la película Ágora de casualidad. De entrada me atrapó su cuidada estética y tratamiento narrativo. A poco de andar, la propia historia de Hipatia me tenía atado a la silla.

La película transcurre en Alejandría, Egipto, a partir del año 391 d. C. y la protagonista es interpretada por Rachel Weisz.
Matemática, filósofa y astrónoma ya eran en esa época, como bien dice Alejandro Lupo en su artículo, suficientes “atributos” como para desconfiar de esta mujer.

 El contexto histórico no favorece este desarrollo personal. El Imperio Romano en Egipto es igual a crisol de las culturas egipcia, griega y romana. Para esos años se estaban viviendo el crecimiento de la influencia cristiana que chocaba contra los adoradores del dios Serapis (según algunos un dios inventado).
Estos roces, digamos, filosóficos, pronto tuvieron su correlación en la violencia física pura y dura. Las burlas que los cristianos dirigían al dios pagano Serapis, se transformaron en un ataque que provocó la muerte, entre otros, del propio padre de Hipatia.
Lo que sigue es una espiral de violencia de la que nadie sale beneficiado, excepto el oscurantismo.
Y como siempre pasa, la principal víctima es el conocimiento y la libertad.


El ágora en la antigüedad representaba un punto de encuentro de la comunidad y en el que se intercambiaban ideas y mercaderías, ya que también funcionaba como mercado popular.
El director de esta excelente película es  el multifacético Alejandro Amenábar, quien ha intervenido en películas tanto propias como ajenas y en distintos roles como productor, director, compositor, actor y guionista. 
Desconozco la personalidad de Hipatia histórica pero la adorable Rachel Weisz parece pintarla de cuerpo entero.
Recomiendo ver la película por estas razones expuestas y porque el trabajo de investigación llevado adelante por el director y los productores dieron su fruto.
Me sentí transportado al Egipto del año 391. Me sentí alumno de Hipatia y me enamoré de ella al igual que su esclavo y ayudante , Davo, lloré con su muerte violenta y con la muerte del futuro cercenado por la intolerancia. 

 

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