Fue uno de los principales oradores del Tercer Reich y fue él quien pronunció el famoso discurso de la guerra total en el Palacio de los Deportes de Berlín cuando los éxitos iniciales de la Alemania nazi durante la Segunda Guerra Mundial dieron paso a las sucesivas derrotas que condujeron a la caída del Tercer Reich.
Tras la derrota de Alemania en la Segunda Guerra Mundial se suicidó junto a su esposa, Magda Goebbels, después de que ésta hubiera matado a los seis hijos de ambos.
Los once principios de la propaganda
Principio de simplificación y del "enemigo único".
Adoptar una única idea, un único símbolo. Individualizar al adversario en un único enemigo.
Principio del método de contagio.
Reunir diversos adversarios en una sola categoría o individuo. Los adversarios han de constituirse en suma individualizada.
Principio de la transposición.
Cargar sobre el adversario los propios errores o defectos, respondiendo el ataque con el ataque. Si no puedes negar las malas noticias, inventa otras que las distraigan.
Principio de la exageración y desfiguración.
Convertir cualquier anécdota, por pequeña que sea, en amenaza grave.
Principio de la vulgarización.
Toda propaganda debe ser popular, adaptando su nivel al menos inteligente de los individuos a los que va dirigida. Cuanto más grande sea la masa a convencer, más pequeño ha de ser el esfuerzo mental a realizar. La capacidad receptiva de las masas es limitada y su comprensión escasa; además, tienen gran facilidad para olvidar.
Principio de orquestación.
La propaganda debe limitarse a un número pequeño de ideas y repetirlas incansablemente, presentarlas una y otra vez desde diferentes perspectivas, pero siempre convergiendo sobre el mismo concepto. Sin fisuras ni dudas. De aquí viene también la famosa frase: "Si una mentira se repite lo suficiente, acaba por convertirse en verdad".
Principio de renovación.
Hay que emitir constantemente informaciones y argumentos nuevos a un ritmo tal que, cuando el adversario responda, el público esté ya interesado en otra cosa. Las respuestas del adversario nunca han de poder contrarrestar el nivel creciente de acusaciones.
Principio de la verosimilitud.
Construir argumentos a partir de fuentes diversas, a través de los llamados globos sonda o de informaciones fragmentarias.
Principio del silenciamiento.
Acallar las cuestiones sobre las que no se tienen argumentos y disimular las noticias que favorecen al adversario, también contra programando con la ayuda de "medios de comunicación afines".
Principio de la transfusión.
Por regla general, la propaganda opera siempre a partir de un sustrato preexistente, ya sea una mitología nacional o un complejo de odios y prejuicios tradicionales. Se trata de difundir argumentos que puedan arraigar en actitudes primitivas.
Principio de la unanimidad.
Llegar a convencer a mucha gente de que piensa "como todo el mundo", creando una falsa impresión de unanimidad.
Al leer negro sobre blanco estos conceptos, parecen demasiado retorcidos pero, seguramente, el lector pueda identificar uno, varios o todos en las actitudes de dirigentes, políticos, empresarios o hasta del vecino.
Los intereses y objetivos de la propaganda distan mucho de la búsqueda del bienestar general y están enfocados a reforzar una posición ideológica sin reparar en fronteras morales.
Es interesante analizar, en cualquier circunstancia, esas actitudes de aquellos ciudadanos en posición de dirigentes, dueños de medios de comunicación, funcionarios, etc.
¿Cuál es el nivel de autocrítica que revela su discurso? ¿Cuál es el corpus ideológico desde el que nos habla? ¿Cuál es el único camino que hay que seguir? ¿Que respeto tiene hacia las opiniones ajenas? ¿Cómo analiza la crítica recibida?
Como ciudadanos comunes, lejos de las mesas en las que se “cocina con grasa” y de los centros de poder, lo menos que podemos hacer es estar atentos.
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